martes, enero 31, 2006

Cache

Michael Haneke es de esos cineastas que puden darle una mirada existencial y dramatica a cualquier espacio en que interactue una persona con un objeto. Basta con una para que este austriaco pueda arreglarselas y contar uns historia con un peso epecifico aterrador. Con mas de una, Haneke es una aplanadora. En Cache –Oculto o Escondido en español- hay un festin de lo mejor del cineasta y por sobretodo una verdadera leccion de la capacidad eliptica y minimalista a la que puede llegar el cine. Esta pelicula desborda una inconmensurada eficiencia narrativa y entrega una apuesta a la complicidad con el espectador. Solo tipos como Haneke saben dar sustento a simultaneas capas - dramaticas, politicas, sociologicas y antropologicas- de un modo tan imperceptible. Las lecturas que se pueden hacer a un film de este autor son numerosas, y en Cache no es la excepcion. La pelicula es una daga clavada directamente en el corazon de la burguesia y tiene el disfraz de un film de suspenso o -incluso- de uno de terror. Una familia acomodada recibe varios videos donde aparecen grabadas la fachada de la casa o un lugar que ellos conocen. Con estos simples elementos –mas unos dibujos- Haneke consigue detectar el punto preciso donde empieza el miedo. El miedo del que esta protegido o crea un espacio para protegerse. A traves de una fria observacion, permite seguir como el temor se va arraigando en la familia y provocando leves efectos en cadena, que terminan en una de las mejores descripciones de la paranoia que he visto en muchos años. El sentido de la amenaza puede estar en todo. Y las razones para sentirse amenazado tambien. Particularmente cuando se trata de ahondar en las diferencias de clase, o en el primer mundo y el tercer mundo, y que es lo que hace a una persona pertenecer a uno u otro grupo.



El personaje de Daniel Auteuil es el de un exitoso profesional que esta bien casado, tiene un hijo, y vive una vida bastante tranquila. Viene de una familia de clase alta, y tuvo en algun momento –en su infancia- la posibilidad de que un argelino que vivia en la granja de sus padres se transformara en su hermano adoptivo. Sin embargo, esto no ocurrio debido a una mal intensionada mentira de Auteuil, del Auteuil niño. De este modo no solo se toca el tema de la crueldad de la infancia, en el sentido de la responsibilidad de los actos. Aflora tambien el gran cuco de Francia en las ultimas decadas, que es la presencia de inmigrantes, particularmente argelinos, a quienes paradojalmente masacraron hace 45 años en una reveuelta en Paris que termino con centenaraes de muertos. Aparece a todas luces el gran tema de la superimposicion cultural. Y, quizas los mas notable de la pelicula, emerge con una naturalidad asombrosa el sentido de la culpa. Muy como lo haria Jean Pierre Melville en cualquiera de sus mejores trabajos –particularmente en El Samurai- donde por regla general “todos los personajes son responsables y asumen las consecuencias”, Haneke adopta esta premisa y va mas alla y basicamente dice “aqui todos son culpables, pero hay algunos que insisten en negarlo”. Y gracias al poder de convencimiento que tienen las imagenes, amplia las perspectivas y pone al espectador en posicion de testigo, en cierto modo de juez, y por lo tanto con cierto grado de responsabilidad ante lo que pasa por sus ojos. Cada uno evalua lo que ve, y cada uno sabe con quien cierra filas. Y desde esa perspectiva, son varias las interpretaciones o los puntos de vista con que los hechos son evaluados. Y cuando uno llega a ese punto la trampa de Haneke ha funcionado absoultamente. Moralmente el espectador ha elegido un camino, en favor de una clase social u otra, entre dos o mas personajes con una moral cuestionable. Y es en ese momento donde los efectos demoledores recien empiezan.


Caché y los finales incompletos
Por Alejandro Fernandez



¿Quién mandaba los videos? Esa es la pregunta que casi todos nos hacemos cuando termina Caché. A algunos esta indeterminación les puede parecer un tanto forzada o innecesaria, pero en lo personal me parece que es la única forma de permitir que el mensaje de la cinta no se diluya en una interpretación más fácil. Al no contar con una solución clara (que es lo que casi todas las películas de suspenso hacen, excepto en los honrosos casos de cineastas como Claire Denis, Takashi Miike o Kiyoshi Kurosawa) el proceso mental de catalogar la cinta como una película de suspenso más se ve incompleto. Caché impide que cerremos la puerta y pensemos que lo que se nos quería contar era simplemente una historia de suspenso. Al no quedar claro quien era el culpable (aunque en lo personal tengo una teoría que me parece muy factible y que se basa simplemente en no creerle al personaje que a todas luces está bastante mal de la mente y que realiza finalmente un acto de violencia brutal no sólo contra él mismo sino contra el atribulado protagonista) pensamos que el “mensaje” de la película no se agota en la trama, en la solución de un puzzle de culpables e inocentes. Es un poco lo que pasa al final de A Taste of Cherry de Abbas Kiarostami, con la escena en video y el protagonista (que suponíamos estaría muerto a esa hora) fumando un cigarro en medio de la filmación de una película. Aunque en el caso de Kiarostami esta escena se debió a la casualidad (el negativo se dañó en la postproducción y volver a filmar la escena implicaba esperar varios meses a la próxima primavera), el hecho de terminar A Taste of Cherry de esa manera, en video, le da a la película un cariz distinto.




Más allá de si esta es al final una decisión que beneficia o perjudica a la cinta, este “sacarnos de la fantasía”, el cambiar el nivel de interpretación o lectura (de algo que es siempre falso a algo que de pronto tiene un nuevo nivel de realidad) impide pensar en un cuento que se acaba, en una historia que comienza y termina en la tranquilidad de la pantalla. De pronto no sabemos si el personaje que hemos seguido durante dos horas cumplió o no su deseo de suicidarse. Eso basta para que pensemos que en realidad eso no era nunca lo importante para el director, y nos obliga a buscar respuestas o interpretaciones más que soluciones a una trama. Si la película tiene la suficiente profundidad, si hay una multitud de temas tratados e ideas expuestas, si la película va mucho más allá de ser simplemente la narración de una serie de acontecimientos, este tipo de final abierto puede llegar a ser un acierto, como lo es a mi juicio en el caso de Caché, pues nos permite entrar de lleno en los temas clave que plantea Haneke (la crítica a la burguesía y la sociedad de consumo y el cuestionamiento de las formas de representación audiovisual de la realidad) sin distraernos con una trama más o menos tradicional de thriller.
Aunque parezca fácil, jugar este juego de la indeterminación es a mi juicio algo que sólo pocos pueden hacer de manera exitosa. Casos como el de Real Fiction de Kim Ki Duk demuestran que no es cosa de dejar un final abierto y jugar con los niveles de realidad de una cinta para hacer algo interesante. Peor es el caso de aquellas películas que no se explican o entienden por sencilla impericia o ingenuidad del director y que no entregan ningún otro lugar del que agarrarse o las que pese a estar perfectamente explicadas se prestan (porque no podemos creer que se trate de algo tan banal y sencillo) a segundas lecturas en las que al supuesto “juego irónico y auto-consciente” con las reglas de un género se le atribuye un gran valor artístico (y aquí debo hacer notar mis suspicacias respecto del cine de David Cronenberg a partir de Spider).
Aunque creo que Cache sí entrega las claves de la solución del enigma, la decisión de dejar el final abierto me parece un camino arriesgado pero que en este caso se justifica plenamente y se transforma en una muestra más de la valía de Haneke y un testimonio de su coraje artístico y su rigor intelectual.

sábado, enero 21, 2006

Mutual Appreciation



Es quizas una de las peliculas mas notables del año que ya empezo, y de seguro va a estar en las listas de las mejores del 2006. Andrew Bujalski va viento en popa, con la brujula afinada y la punteria apuntando para el lugar exacto. Mutual Appreciation es un peliculon y una confirmacion que por ahora este cineasta esta en control completo de lo que esta haciendo. Al igual que en Funny Ha Ha, su primer film, aca se respira frescura a raudales y un sentido de la narrativa excepcional. En silencio y con una estetica modesta Bujalsky no hace mas que observar y mostrarnos a unos personajes no solo reales, sino que espectacularmente humanos. Verla me impresiono mucho, y con los dias me pasa que ha ido creciendo cada vez mas. Es de esas peliculas que me confunden, y luego me aclaran, que me dejan pensando y van abriendo ventanas a nuevas ideas. En Mutual Appreciation aparecen tres personajes, una pareja y un rockero. Todos viven en Williasmburg, que es junto al East Villge la zona donde viven mas jovenes en NY, y donde esta lleno de hipsters y artistas. El rockero esta en busca de un baterista, y el resto lo ayuda a que pueda salir adelante con su proyecto musical. Es una pelicula de personajes y de relaciones. De intimidad y de cinismo. O de divagaciones. Da la impresion que constantemente todos estan dando palos de ciego. Y Bujalski aporta todo el ambiente existencial preciso para que pasar de momentos de soledad a momentos de compañia - o de confusion a claridad – sea un verdadero placer. Placer en el sentido cinematografico y placer en el sentido emocional. Siempre me ha molestado mucho cuando las peliculas -las mas mediocres - utilizan como eslogan la frase de ser un film generacional, intentando convencer a un grupo -a los mas jovenes en general- para que se sientan identificados. Es un adjetivo muy manoseado y absolutamente desvirtuado. Pero pensando en el sentido original de ese termino, y lo que en algun momento significo, Mutual Appreciation es un fillm que realmente refleja con precision la vida de muchas personas que viven en esta ciudad o en cualquier parte donde la globalizacion es un hecho. Por supuesto, Bujalski -como todo gran cineasta- no pierde tiempo en adjetivos y solo se explica a traves de su pelicula.










Su puesta en escena es asombrosamente cotidiana y da espacio para que la intimidad, los errores, y las verguenzas se vayan dando de manera espontanea. Para que los chistes y la crueldad, o para que la comunicacion y la incomunicacion ocupen el mismo lugar. No se me borran los momentos donde uno de los protagonistas – un veinteañero- se toma una cerveza y resuelve el mundo con una moral absolutamente contemporanea, egoista, ambiciosa, a ratos lucida, pero sin un peso y viviendo de plata prestada o de las tarjetas de credito de los padres. Y a pesar de lo poco empatico que puede ser, en la pelicula las cosas avanzan de un modo que permiten al mismo tiempo conectarse con los personajes y entender sus dolores y frustraciones. Un efecto similar al que ocurre en el gran film de Jean Eustache , La Madre y la Puta, donde el personaje de Leaud revela todo su angst y sus ideas –grandes ideas sobre el amor y la masculinidad- no obstante es un truhan durante buena parte de la historia. Es en esa zona gris donde Bujalski se explaya y saca todas sus armas, con una soltura que permite entender cosas que a simple vista no se ven, o mas bien se suelen olvidar. Entre hacer una pelicula del monton y hacer un trabajo excepcional hay una delgada e imperceptible linea. Y con films como este se hace demasiado evidente que los que pertenecen a la categoria de excepcional, son un derroche de talento o al menos un honesto ejercicio de rigurosidad y convicciones.

miércoles, enero 11, 2006


Satantango y Bela Tarr


Por varios dias van a dar en el Moma una de las peliculas mas hermosas de Bela Tarr. Satantango es un film clave a la hora de registrar la debacle de los paises de Europa del Este, luego de la caida del comunismo. La pelicula ya tiene unos diez años, pero sus repercusiones recien se estan escuchando. Esta es una de las pocas veces que se da en NY –a toda pantalla grande- una copia de las epicas 7 horas y media que dura el film. Es una maratonica masacre de cine. Mas alla de la duracion, que es en si algo que llama mas la atencion que el propio titulo, lo importante de Satatango es la factura formal con que esta ejecutada , la observacion milimetrica y el uso de los tiempos. Tarr es un animal cuando se trata de jugar imperceptiblemente con el futuro y el pasado, o bien con las multiples percepciones del presente. Cuando se ve un film de Tarr, no obstante la soltura con que se cuenta la historia, uno no sabe si la escena que esta pasando ocurrio antes o despues de la escena previa, cronologicamente hablando. Aunque suena alambicado, en Tarr es casi un ejercicio de minimalismo, sin efectos invasivos.




En sus primeros films, que son los que me gustan mas, este director siempre encuentra el modo mas espontaneo para que sus personajes experimenten las simples tiranias de la vida. Simples de verdad, como decidirse si quedarse hasta mas tarde en una fiesta, o si comprar la lavadora mas barata o la mas cara. Con una naturalidad de documental, se las arregla para inmiscuirse de frenton en el dia a dia de una persona, para revelar finalmente un dramatismo existencial al que solo pocos han llegado. Es asi como en Prefab People, entrega un retrato desalmado de las relaciones conyugales. Las escenas de discusion en una pareja son solo superadas por mis propios recuerdos de las peleas de mis padres y por algunas secuencias de Una mujer bajo la influencia, de John Cassavetes. En The Outsider, la mirada esta puesta en el tedio y la falta de aspiraciones, cuando precisamente no existen o mas bien ni siquiera se necesitan. Es maravillosa la mirada de Tarr a ese mundo, al mundo real de un personaje que mas bien anda a la deriva. Los primeros films de este director tienen en comun la camara en mano, la suciedad de la puesta en escena y lo largo de las tomas.



En sus films posteriores el espiritu se mantiene, pero la presentacion formal se ha depurado hasta tal punto, que no se si uno seria capaz de reconocer de buenas a primeras que se trata del mismo director. Al final, si se trata solo de definir que es lo que quiere decir Tarr, sigue siendo el mismo. Su vision se mantiene coherente. En Satantango estan todos los elementos de su primera etapa, pero con un sentido del espectaculo, entre comillas, porque al menos en su presentacion la pelicula es una joya. Una joya de fotografia y una joya en la puesta en escena. Es como si Tarr ahora dijera: “lo que van a ver es una pelicula” y lo recordara al final. Lo que pasa adentro de ese cuadro, sigue siendo el mismo Tarr del comienzo…personajes extraviados, caminatas y conversaciones que no llegan a ningun lado, divagaciones, silencios y la observacion del entorno como un habitante mas. Las fabricas, el campo, las granjas, los animales, los autos, parecieran que estuvieran ahi no solo porque son cosas. Se encuentran a la misma altura que los humanos. Aunque bien podria ser al reves. Nada mas hermoso que la larga secuencia al comienzo del film, con las vacas entrando y saliendo de cuadro, mientras vemos un granero semi desierto. O esa interminable toma en un camino donde el viento sopla y las hojas siguen a los personajes, que no dicen nada, y solo avanzan en busca de algo que se esta desarmando frente a sus ojos.

miércoles, enero 04, 2006

Keane y la presentacion de un buen amigo



Sobran palabras para presentar a mi amigo Alejandro Fernandez, con quien tengo una afinidad de relojeria suiza a la hora de conversar de peliculas…algo que nos consume mas tiempo del que cualquiera se puede imaginar. Alejandro es un gran critico de cine y un talentoso guionista. Nos conocimos precisamente hablando de guiones aca en NY. Y de hecho de uno de esos ratos charlando y argumentando, salio algo que este año quedo entre los tres finalistas del concurso de guiones de Sundance. Alejandro escribio el script de Huacho, que con justa razon fue visto con los mismos ojos con los que se apreciaron los guiones de Whisky, la Cienaga o El Bonaerense. Viene muy de cerca el comentario –porque de hecho con Alejandro desde hace un rato que empezamos a trabajar juntos- pero el “Pollo”, como asi lo conozco, tiene una mirada fuera de lo comun y ademas comparte el mismo espiritu por el cual partio este blog, que es el amor por las peliculas.

Recuerdo el dia que vi Keane –en el verano del 2005- y lo potente que me parecio la mirada de Lodge Kerrigan, su director. En esta pelicula queda claro que las afecciones mentales no tienen nada de simpaticas, ni son cuentos de hadas. Es mas, se trata de una leccion de realizacion, que en manos de un ojo menos intuitivo habria terminado en cualquier lugar…en la categoria de los locos idealizados.

Este es el relato de nuestro apreciado amigo (que ya pronto estara filmando Huacho)




Keane
Por Alejandro Fernandez

Lodge Kerrigan pertenece a ese escaso puñado de grandes cineastas estadounidenses que trabajan en las verdaderas sombras, no sólo de Hollywood, sino también del sobrepromocionado y por lo general muy poco interesante ambiente "indie". Junto a Ira Sachs y Andrew Bujalski, Kerrigan hace películas que por varios motivos no parecen hechas en EEUU, o al menos no por un estadounidense. Por su riesgo formal (Keane no tiene ni una gota de música), la claridad de sus ideas y más que nada la economía de recursos y sobriedad con que presenta sus personajes e historias, Kerrigan bien podría ser un cineasta iraní, belga o rumano (uno piensa de inmediato en Jafar Panahi, los hermanos Dardenne o Cristi Puiu) filmando en pleno corazón de Manhattan. Tras la frialdad milimétrica y vidriosa de "Claire Dolan", Kerrigan regresa a un terreno ya visitado en su ópera prima, "Clean, Shaven", pero ahora a partir de la más pura objetividad. "Keane" es la historia de William Keane, un enfermo mental siempre al borde de la esquizofrenia y paranoia más incurable. Keane es un ser frágil, violento y totalmente incontrolable, y el camino por el que opta Kerrigan para retratarlo es el más difícil, pero al fin y al cabo el más bello y justo: Keane no es el típico enfermo mental de Hollywood, ese "loco lindo" o "mendigo sabio" que muchas películas han buscado retratar (pienso en "The Fisher King" como el ejemplo más aberrante, o esos innumerables "mendigos-locos-poetas-profetas" tan queridos por ciertos cineastas latinoamericanos). La locura de Keane no tiene nada de dulce y soñadora. Keane vive un infierno, el infierno de su propia enfermedad, y por una hora y cuarenta minutos nosotros lo acompañamos en su calvario.



La historia comienza con Keane paseándose por las cercanías del terminal de buses de Port Authority, buscando a su hija, a quien asegura haber perdido allí algunos meses atrás. Poco importa si esto es al final cierto o no porque Kerrigan no pierde el tiempo en mostrar lo obvio, en hacer la película que casi cualquier otra persona hubiese hecho. Lo que importa en Keane es su locura, esa locura molesta y peligrosa, esa locura del homeless al que le hacemos el quite en el metro, el que nos apunta con el dedo y nos dice que nosotros somos aquel que conspira a sus espaldas. Keane se sube a un bus convencido de que encontrará a su hija pero se baja a mitad de camino, seguro ahora de que una chaqueta que vio tirada en un estacionamiento es de ella. Luego vaga por la entrada del Lincoln Tunnel y le grita a los autos y los transeúntes, hasta que se hace de noche y se duerme en la calle. Pasada la primera crisis sicótica de la que somos testigos, llega a un hotel de carretera en New Jersey y experimenta un momento de cordura, un oasis en medio de la tortura constante de sus días. Durante este paréntesis de total normalidad conoce a una mujer que espera junto a su hija poder ir a reunirse con su pareja en algún lugar del norte. La mujer debe ir a trabajar y deja a la niña al cuidado de Keane, quien se ve forzado a compartir con ella, a cuidarla por algunas horas, tarea sencilla para cualquiera pero que a él le exige un esfuerzo que parece ir más allá de sus límites. Las escenas en que Keane (un notable Damian Lewis) se moja la cara y le grita a sus fantasmas mientras una niña dulce y confiada lo ve con una mezcla de miedo y amor, los momentos en que toda su humanidad, o lo que resta de ella, tratan desesperadamente de controlar a la bestia que susurra en sus oídos, están fácilmente entre lo más intenso, honesto y sensible que vi en el 2005.

De más está decir que Kerrigan no necesita música y que su cámara en mano e iluminación naturalista lo acercan al estilo de los hermanos Dardenne (maestros indiscutidos del realismo contemporáneo), pues en él, como en todo gran cineasta, el estilo parece ser sólo una consecuencia lógica de una serie de preocupaciones más importantes, que en este caso son simplemente retratar (lejos de todo sentimentalismo barato y cerca del más sincero humanismo) el martirio de un enfermo mental que por momentos recupera una lucidez cruel, pues sólo le sirve para darse cuenta de que se hunde cada vez más en la locura, sin que por ello pueda hacer nada (y sin que nadie quiera hacer nada tampoco) para frenar su caída.